Palacio de Liria

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Palacio de Liria
Bien de Interés Cultural
Patrimonio Histórico de España
Palacio de Liria (Madrid) 02.jpg
Vista desde el Cuartel del Conde-Duque
Declaración 1974
Figura de protección Monumento
Coordenadas 40°25′40″N 3°42′45″O / 40.427682, -3.712448Coordenadas: 40°25′40″N 3°42′45″O / 40.427682, -3.712448 (mapa)
Ubicación Bandera de Madrid.svg Madrid
Flag of Spain.svg España
Construcción 17701779
Estilos predominantes Neoclásico
España
Monumento Nacional

El Palacio de Liria es un gran edificio del siglo XVIII, residencia de la Casa de Alba en Madrid, España, y principal sede de su colección de arte y archivo histórico, ambos de incalculable valor.[1] Se ubica en los números 20-22 de la actual calle de la Princesa, en una zona antaño conocida como «Barrio de los Afligidos». De él se cuenta que es el domicilio particular más grande de Madrid (200 estancias en 3.500 m²) y que sus amplios jardines son los únicos de propiedad privada que figuran destacados en muchos planos de la ciudad.

Reconocido ya en su época como la mejor mansión de la aristocracia madrileña, solo superado por el Palacio Real, Liria ha recobrado notoriedad recientemente gracias a una exposición temporal de sus mayores tesoros y a un exhaustivo libro publicado por la Editorial Atalanta, que desvela datos poco conocidos y actualiza informaciones sobre muchas de sus obras de arte.

Índice

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[editar] Construcción en el siglo XVIII

En la construcción del edificio intervinieron entre otros el francés Louis Guilbert y Ventura Rodríguez. Hay que precisar que sus primeros propietarios no fueron los duques de Alba sino otra saga aristocrática, de origen británico: los duques de Berwick.

El I duque de Berwick, James Fitz-James, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra, echó las raíces de su linaje en España a principios del siglo XVIII cuando entró al servicio del pretendiente Felipe de Anjou (luego Felipe V) en la Guerra de Sucesión. Por su triunfo en la decisiva batalla de Almansa (1707) el duque de Berwick recibió del primer rey Borbón de España el Ducado de Liria y Jérica.

Tras una guerra que duró más de diez años, la situación política era inestable todavía, y los duques de Liria decidieron erigir su residencia madrileña en un barrio con gran presencia militar, cerca del Real Alcázar; colindante con su parcela se construía el Cuartel del Conde-Duque para las tropas de Guardia de Corps, encargadas de proteger a la familia real.

La construcción del palacio se demoró por diversas causas y finalmente (tras un lapso de cuatro décadas) fue el III duque de Liria quien lo impulsó y terminó gracias a las cuantiosas rentas que percibía por el Ducado de Veragua. Aunque vivía de manera habitual en París, decidió erigir en Madrid una mansión grande y al nuevo gusto neoclásico, que encargó a Louis Guilbert. Este arquitecto ahora poco conocido se inspiró en los palacios urbanos de tipo petit hôtel que estaban de moda en la capital francesa. Las obras se alargaron varios años y Guilbert fue despedido antes de completarlas, por defectos constructivos en el palacio (aparecieron grietas) y también por sospechas de malversación. Para culminar los trabajos se recurrió a Ventura Rodríguez, a quien los historiadores atribuyen los mayores méritos del edificio, pero las últimas investigaciones matizan tal idea: Guilbert hubo de ser el principal autor del palacio, al menos en su aspecto exterior, y Ventura Rodríguez se habría limitado a rectificar errores técnicos. De hecho ahora se juzga que Liria no encaja en el estilo que él desarrollaba entonces. La construcción se dio por terminada en 1785 y fue rápidamente equipada y decorada: al año siguiente el cronista Joseph Townsend describía el palacio como el más elegante y confortable de la ciudad, y en 1787 el novelista William Beckford, al visitar a la duquesa de Berwick, lo elogió como «la mansión más espléndida de Madrid». En siglos posteriores han visitado Liria otros personajes ilustres: desde Unamuno, Ortega y Gasset y el crítico de arte Bernard Berenson, hasta la actual Familia real española.

En 1802 falleció sin hijos María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, XIII duquesa de Alba y musa de Goya, y fue entonces cuando las casas nobiliarias de Alba y Berwick (Liria) se unieron bajo un mismo titular, en la persona de Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, XIV Duque de Alba de Tormes y VII Duque de Berwick. Las propiedades heredadas de la duquesa no incluyeron su residencia habitual, el Palacio de Buenavista, por lo que los siguientes duques mantuvieron Liria como su domicilio principal. Buenavista pasó a manos de Manuel Godoy, cedido por el Ayuntamiento de Madrid, y actualmente es Cuartel General del Ejército. La otra importante residencia de la duquesa de Alba, el Palacio de la Moncloa, tampoco pasó a los Berwick ya que, a su fallecimiento, el rey Carlos IV lo adquirió junto con la huerta para añadirlos al Real Sitio de la Florida que, a partir de entonces, fue conocido como el Real Sitio de la Moncloa.

Liria fue ligeramente reformado hacia 1900 por Edwin Lutyens, pero dichos cambios no subsistieron al incendio que arrasó sus interiores en 1936, tras el cual fue reconstruido según planos del mismo arquitecto inglés.

[editar] Descripción del edificio

La espadaña del Palacio de Liria.

Aunque llamado por algún experto «el hermano menor del Palacio Real», hay que precisar que Liria difiere bastante de aquél, pues fue diseñado de acuerdo a los nuevos gustos en boga en París, en lugar de imitar la arquitectura implantada en los Reales Sitios por arquitectos italianos. Al margen de sus tesoros artísticos, Liria es seguramente el mejor edificio civil del siglo XVIII que subsiste en el centro de Madrid, sólo superado por la citada residencia real; ya en origen era el palacio más confortable y moderno, y en siglos posteriores casi todas las grandes mansiones de su época han resultado demolidas o muy alteradas.

La actual residencia de los Alba es un ejemplo típico del naciente neoclasicismo del siglo XVIII, que dejaba atrás la exuberancia del rococó y del estilo churrigueresco español para adoptar recetas de los palacios urbanos parisinos. Dentro de una simetría rigurosa, recupera las pilastras y columnas de tradición clásica en un afán de grandeza no exento de ritmo, gracias al contraste de formas y materiales.

Al modo de los palacios galos, la mansión es exenta y se ubica en el centro de una amplia parcela vallada, no en primera línea de la calle. Ello puede deberse a razones de seguridad, al igual que la elección del lugar, cerca del Cuartel del Conde-Duque. El jardín delantero hubo de ser inicialmente una explanada despejada, a modo de cour d'honneur o plaza de armas, pero en la actualidad está poblado por árboles de acuerdo a la estética romántica inglesa. El jardín trasero es geométrico al modo de Versalles, con parterres delineados por setos. Sufrió diversos cambios en los siglos XVIII y XIX, y en 1915 recobró su estética versallesca gracias a una reforma del famoso Forestier.

La planta del edificio adopta la forma de un rectángulo inusualmente largo, al contrario de lo habitual en los palacios españoles, de planta más cuadrada y con patios en su interior. Las dos fachadas principales (orientadas a la calle Princesa y al jardín privado) son sus lados más largos y parecen pensadas con un fin más estético que práctico, buscando realzar el volumen del bloque. Visto de costado Liria parece más bien estrecho, dentro de su gran tamaño: 3.500 metros cuadrados distribuidos en 200 habitaciones, de las que 26 son salones.

La fachada se divide en tres franjas horizontales. La baja es de piedra almohadillada, solución de Guilbert que Ventura Rodríguez respetó en parte al encontrársela ya construida. La planta noble realmente incluye dos pisos (uno con balcones y otro superior con ventanas) y el edificio se remata con una tercera franja de ventanas en forma de friso o arquitrabe, que tiene un desarrollo singularmente grande, acaso para encubrir el tejado.

A pesar de su longitud, la fachada evita la monotonía dividiéndose visualmente en cinco cuerpos. El cuerpo central tetrástilo (con cuatro columnas) recuerda a la fachada sur del Palacio Real de La Granja. En la parte superior, se corona con una espadaña con temas heráldicos. Dicho cuerpo divide simétricamente la fachada; lo flanquean dos tramos más amplios de ventanas y balcones entre pilastras de orden gigante. La fachada termina en ambos extremos con otros dos tramos realzados con dobles pilastras. La trasera del edificio sigue la misma tónica, aunque sustituye la espadaña superior por cuatro esculturas de «trofeos».

Las dos fachadas laterales son más discretas, aunque no carecen de encanto (según opinaba el arquitecto Fernando Chueca Goitia). Debido a un desnivel del terreno, tienen soterrada la planta baja y conectan con los jardines mediante escalinatas.

Como era habitual en las antiguas mansiones europeas, el palacio concentra sus salones más importantes en la planta noble, enfilados y con balcones abiertos hacia los jardines. Los espacios interiores quedan reservados a la escalera principal, escaleras secundarias, la capilla y estancias de importancia menor. En la planta baja destaca la amplia biblioteca, con unos 9.000 libros, y la planta alta cuenta con salones más pequeños e informales, si bien igualmente decorados con pinturas y antigüedades. Los extremos del edificio albergan habitaciones más reducidas, que son las actualmente ocupadas como vivienda.

[editar] El palacio en el siglo XIX: esplendor y ventas

La actual riqueza artística del palacio tardó en llegar pues fue producto de diversas peripecias. Exceptuando unas pocas obras de arte, el grueso de la colección se ha ido sumando en los siglos XIX y XX.

La duquesa Cayetana, musa de Goya, murió en 1802 sin hijos, y el título Alba se unió al de Liria en su sobrino Carlos Miguel, del linaje Berwick, que sólo contaba ocho años de edad. Este quiebro genealógico se vio ensombrecido por un litigio: el nuevo duque y su familia no aceptaban el testamento de Cayetana, quien (careciendo de hijos o herederos directos) había repartido gran parte de sus bienes entre varios amigos. De la fastuosa colección artística de los Alba, el duque Carlos Miguel recibió sólo 30 cuadros. Otros habían pasado a manos de Manuel Godoy y terminarían en museos extranjeros; entre ellos, la Venus del espejo de Velázquez, La educación de Cupido de Correggio y La Madonna de Alba de Rafael.

Durante la Guerra de Independencia Española el joven XIV duque residió en Francia y, una vez pacificada Europa tras la derrota de Napoleón, emprendió un largo viaje por varios países. En Viena e Italia dio rienda suelta a su afición mecénica y coleccionista: apoyó económicamente a varios artistas, costeó lujosas fiestas, y compró obras de viejos maestros como Fra Angelico, Pietro Perugino y Rembrandt. Además encargó varios cuadros a un pintor francés entonces emergente, Ingres, y sumó varios bustos y estatuas de Lorenzo Bartolini y de dos españoles que trabajaban en Roma: José Álvarez Cubero y Antonio Solá. También reunió varias esculturas antiguas y cerámicas griegas, con las que pretendía abrir una galería que contribuyese a la formación de los artistas madrileños. Este incipiente museo privado iba a construirse en los jardines de Liria con planos de Isidro González Velázquez, pero no llegó a hacerse realidad.

En nueve años de periplo por Europa el duque Carlos Miguel sumó alrededor de doscientas pinturas, entre ellas muchas de las joyas italianas conservadas en Liria. Pero su Grand Tour se saldó con un desfase presupuestario: había gastado demasiado, sus rentas en España menguaban, y para pagar las deudas tuvo que malvender más de ochenta piezas.

La crisis económica se prolongó durante años en la Casa de Alba, y al menos en dos ocasiones (1840 y 1877) los siguientes duques pusieron en venta más obras de arte en París. Afortunadamente para la actual colección, varias pinturas importantes no llegaron a venderse (como un retrato de Murillo) y otras piezas fueron recompradas y terminarían volviendo al palacio. El acervo artístico se enriquecería también gracias al parentesco entre los Alba y Eugenia de Montijo: la ex emperatriz de Francia falleció en 1920 en el Palacio de Liria, al que aportó diversas pinturas y objetos decorativos, como un gran retrato que le hizo Winterhalter, otro de Goya (La marquesa de Lazán) y una valiosa mesa de escritorio de estilo imperio.

[editar] Reconstrucción tras la Guerra Civil

La duquesa Cayetana de Alba, quien en su juventud reconstruyó el Palacio de Liria.

El 17 de noviembre de 1936, en el transcurso de la Guerra Civil Española, el palacio resultó destruido casi por completo, mientras el XVII duque de Alba residía con su hija Cayetana en Londres; quedaron en pie tan sólo las fachadas. El suceso se debió a varios proyectiles de aviones franquistas [1] que cayeron sobre el edificio y causaron un incendio imposible de atajar; siniestro del que luego se culpó al bando republicano. Por suerte, las pinturas y demás obras artísticas de mayor valor habían sido retiradas por orden del duque a otros edificios como el Banco de España o la embajada británica, y mucha documentación se protegía en cajas metálicas, que se pudieron recuperar. También se salvaron numerosos muebles, tapices y armaduras, sacados al exterior por empleados de la casa y voluntarios republicanos. No tuvo igual suerte la enorme colección de libros y obras en papel, con unos 6.000 grabados y dibujos; muchos se quemaron y otros resultaron dañados por la lluvia tras arrojarse al jardín.

La reconstrucción del palacio (1948-56) tuvo que ser impulsada por la nueva duquesa Cayetana y su primer marido, pues el viejo duque falleció en 1953, cuando sólo se habían efectuado los trabajos de cimentación. Ella relata que conservó el palacio porque se lo había prometido a su padre; de no haber sido así, el solar previsiblemente se habría vendido y ahora estaría ocupado con bloques de viviendas. En las obras la duquesa invirtió una fortuna; según algunas fuentes, la mitad de todo lo que tenía. Durante este periodo los Alba exhibieron parte de su colección en un inmueble cercano, al que llamaron «el museíllo». Su ordenación sería tenida en cuenta cuando los cuadros volvieron a colgarse en Liria.

La reconstrucción del palacio permitió crear nuevos salones con decoración y nombres de acuerdo a las colecciones artísticas: Salón italiano, Salón del Gran Duque, Salón español, Salón Goya... El proyecto fue dirigido por el arquitecto Manuel Cabanyes Mata siguiendo planos elaborados años antes por el difunto Edwin Lutyens, viejo conocido de la familia y famoso por su ordenación urbana de Nueva Delhi. Los mayores cambios se introdujeron en la escalera principal, más amplia y embellecida con columnas y balaustres. También la capilla con lienzos de Josep Maria Sert se había desmoronado en parte; se reconstruyó y mantiene (si bien incompleta) su anterior decoración. En la planta baja la biblioteca se rehizo en madera, que posteriormente fue pintada de verde imitando los acabados originales de malaquita, perdidos en el incendio.

Los nuevos techos de casetones, el entelado de las paredes y el uso de mobiliario antiguo ayudaron a recrear la ambientación del palacio, de tal modo que apenas se percibe que es una reconstrucción reciente. El recibidor está pavimentado con mármoles y teselas con el año 1953, fecha que alude al fallecido duque de Alba y no a la conclusión de las obras, que fue tres años después. El friso de la escalera muestra un lema de Cicerón en latín; alude a conservar el legado de los antepasados.

La inauguración del Palacio de Liria ya reconstruido tuvo lugar el 13 de junio de 1956. Recobró su protagonismo en la vida social de Madrid rápidamente, y ya en 1959 albergó con fines benéficos un desfile de modelos con la nueva colección de Christian Dior, al que acudió el nuevo diseñador de dicha firma francesa: Yves Saint Laurent. Se vendieron 2.000 entradas a 500 pesetas, precio muy elevado para la época.

El palacio sigue perteneciendo a la Casa de Alba y es residencia oficial de su jefe, como poseedor del título de Duque de Liria y Jérica. Al igual que otras propiedades históricas de la familia, es gestionado por la Fundación Casa de Alba. En 1974 fue declarado Bien de Interés Cultural.

[editar] Colecciones artísticas

El Gran duque de Alba, en un retrato conservado en el palacio. Tradicionalmente se creía obra de Tiziano, pero el experto Fernando Checa lo asigna a Antonio Moro.
La duquesa de Alba con vestido blanco, cuadro de Goya y uno de los principales tesoros pictóricos del Palacio de Liria.
Retrato de la infanta Margarita, tradicionalmente atribuido a Velázquez.
Detalle del Retrato de Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia, pintado por Winterhalter y conservado en el Palacio de Liria.

Los tesoros artísticos, históricos y bibliográficos que alberga el Palacio de Liria son asombrosos, en especial tratándose de una colección privada. Casi todas las colecciones de similar importancia resultaron desmembradas, por lo que ésta es una rarísima excepción. Una selección de obras se expuso en 1987, en Madrid y Barcelona, bajo patrocinio de La Caixa, y entre octubre de 2009 y enero de 2010 se mostró otro conjunto de unas 40 piezas en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, con patrocinio de Cajasol [2]. Otra muestra más ambiciosa, con unas 150 piezas, se abrió en el espacio de exposiciones CentroCentro de Madrid (Palacio de Telecomunicaciones) en diciembre de 2012; incluyó como gran primicia varias pinturas nunca prestadas previamente, como una tabla de Fra Angelico, y documentos manuscritos de Cristóbal Colón [3].

[editar] Retratos ducales: del siglo XV a Zuloaga

Entre las pinturas más destacadas que decoran la mansión (el total ronda las 350) sobresalen las efigies de los sucesivos duques, plasmadas a lo largo de cinco siglos por artistas como el Maestro de la Virgo inter Virgines, Christoph Amberger, Antonio Moro, Louis-Michel van Loo, Mengs, Goya, Agustín Esteve, Federico de Madrazo, Joaquín Sorolla y Daniel Vázquez Díaz. Especialmente célebres son el Retrato del Gran duque de Alba (tradicionalmente creído de Tiziano y ahora atribuido a Antonio Moro) y el de La duquesa Cayetana con vestido blanco, de Goya. Llama la atención un retrato ecuestre de la actual duquesa a los tres años de edad, pintado por Ignacio Zuloaga; monta un caballo poni y la rodean mascotas y juguetes como un muñeco de Mickey Mouse. También son dignos de mención dos retratos del XVII duque dibujados por Sargent y Ramón Casas.

[editar] Pintura italiana: de Fra Angelico a Canaletto

La pinacoteca de los Alba incluye numerosas obras italianas. El repertorio de los siglos XV y XVI es inusual en colecciones españolas; arranca con La Virgen de la granada [4] de Fra Angelico, cuyo excepcional estado de conservación fue elogiado hace pocos años por el ex director del Museo Metropolitano de Nueva York, Philippe de Montebello. Se cuenta que dicho museo quiso incluir esta tabla en una exposición, pero el préstamo fue denegado por evitar riesgos en el transporte.

Otras obras italianas a mencionar son una Natividad de Pietro Perugino, Sagrada Familia de Andrea Previtali, Psique y Cupido de Pordenone, Descendimiento de la cruz de Luca Antonio Busati, Cristo y dos santos ante Venecia de Bonifazio de Pitati, Venus y Marte de Lavinia Fontana (antes creído de Carletto Veronese) y una excelente Sagrada Familia copiada de Rafael Sanzio (que el duque Carlos Miguel compró como original por una elevada suma). El salón italiano de Liria exhibe también retratos creídos de Bronzino y Giorgio Vasari; otro que se atribuía a Veronés (Supuesto retrato de Bianca Cappello) se asigna ahora a Michele Tosini. Los últimos catálogos y reseñas matizan estas y otras viejas atribuciones, pero no siempre con resultados adversos; un gran lienzo de La Última Cena, de autoría dudosa, fue desvelado por un experto italiano como original de Tiziano. A raíz de esta atribución, en septiembre de 2007 este cuadro fue prestado a una exposición en Belluno (Italia), y también ha figurado como obra tizianesca en la exposición de Sevilla. Anteriormente se consideraba posible obra de Palma el Viejo. Sí es obra de Palma, y de soberbia calidad, un Retrato de hombre joven elogiado por el experto Fernando Checa como una de las mejores pinturas de la colección.

La pintura italiana de los siglos XVII y XVIII no decae en la colección ducal: Judith con la cabeza de Holofernes de Cristofano Allori, San Lucas de Guido Reni, dos obras de Andrea Vaccaro (Magdalena penitente y La expulsión del Paraíso), La Virgen y el Niño de Carlo Maratta, El puente de Westminster de Canaletto, Capricho arquitectónico con figuras de Francesco Guardi y ejemplos de Elisabetta Sirani, Giovanni Pannini y Antonio Joli. De Sirani es un Arcángel san Gabriel cuya pareja, una Virgen de la Anunciación, se conserva en el Palacio de Monterrey. Es digna de mención la sensual Alegoría de la Verdad de Francesco Furini; no es el único ejemplo de Furini que posee la Casa de Alba ya que su gran cuadro La creación de Eva cuelga en el sevillano Palacio de Dueñas. Hay que precisar que si bien Liria acumula gran parte de la colección familiar, hay pinturas valiosas en otras residencias; baste citar en Salamanca Jasón y el dragón de Salvatore Rosa y un Retrato del Gran Duque de Alba de Alonso Sánchez Coello.

[editar] Pintura flamenca y holandesa: Rembrandt, Rubens...

El grupo de pinturas flamencas y holandesas es también importante, y tiene por principal atractivo el Paisaje con ruinas tradicionalmente asignado a Rembrandt, si bien no consta en los catálogos del artista debido a que se ha expuesto poco y queda pendiente su estudio en profundidad. De ser pintura original de Rembrandt, sería una de las apenas tres existentes en España. Las otras dos son un Autorretrato del Museo Thyssen-Bornemisza y la famosa Judit del Museo del Prado (antes identificada como Artemisa).

La colección incluye otros paisajes holandeses debidos a Jacob Ruysdael, Simon de Vlieger y Willem van de Velde el Joven, el gran retrato El cardenal infante a caballo de Gaspar de Crayer, otro de similar formato de Paul van Somer I (Ana de Dinamarca, esposa de Jacobo I de Inglaterra) y varias obras de Rubens, como un Retrato de Felipe IV, el paisaje Camino del mercado y dos copias que hizo de retratos de Tiziano: El Gran duque de Alba joven, y Carlos I y la emperatriz Isabel. Se atribuía a Jacob Jordaens el óleo Artemisa, pero ahora se asigna a Gerard Seghers. Otras obras flamencas de interés se deben a Antonio Moro (Retrato de Gonzalo de Chacón), David Teniers el Joven (Hombre acariciando a una muchacha), Cornelis de Vos (Retrato de niño) y Jan Brueghel de Velours (Noli me tangere; con figuras creídas de Rubens).

La imposición del Toisón de Oro al duque de Berwick, cuadro de Ingres.

[editar] Pintura española: El Greco, Ribera, Murillo...

La colección de pintura española incluye a casi todos los grandes maestros desde El Greco (Cristo crucificado) hasta Ignacio Zuloaga, si bien algunas piezas concretas (como una tenebrista Coronación de espinas y dos paisajes, los tres pintados por José de Ribera) se conservan en otros edificios de la familia en Salamanca (Palacio de Monterrey) y Sevilla (Palacio de Dueñas). Es famoso el Retrato de la Infanta Margarita tradicionalmente atribuido a Velázquez, si bien los últimos análisis apuntan a que es réplica debida a un ayudante. Un San Onofre al estilo de Ribera se considera ahora una imitación de su discípulo Luca Giordano, autor también de una Sagrada Familia (h. 1695). Importancia aún mayor entraña El canónigo Miranda, uno de los escasos retratos de Murillo, que se acompaña de ejemplos de Francisco Ricci (El lobero del rey) y de Zurbarán (Santo Domingo de Guzmán).

[editar] Ingres, Mengs...

Como se ha dicho, se debe al duque Carlos Miguel el único cuadro de Ingres existente en España: La imposición del Toisón de Oro al duque de Berwick, que se acompaña de su boceto, que Ingres dedicó y regaló a un ayudante del duque. El encargo ducal a este artista incluía al menos cuatro pinturas, de las que otra se conserva en el Museo Ingres de Montauban (Francia). La pinacoteca de los Alba incluye además varias pinturas de Mengs (como un Autorretrato), Jean-Baptiste Isabey, Winterhalter y autores británicos como Gainsborough, George Romney (Retrato de Richard Palmer, 1787), Joshua Reynolds (Retrato de la actriz Mrs. Porter, 1757) y George Stubbs.

[editar] Siglos XIX y XX: Corot, Renoir, Picasso, Chagall...

La colección ha seguido creciendo con la actual duquesa, quien incorporó pinturas de maestros muy cotizados del impresionismo y posteriores en los años 60 y 70, cuando eran más asequibles: Picasso (Composición cubista, 1920), Joan Miró, Salvador Dalí, Corot (Paisaje con pequeña vaquera), Gustave Courbet, Eugène Boudin (Vista de Trouville), Renoir (Muchacha con sombrero de cerezas [5]), Henri Fantin-Latour, Marc Chagall (Jarrón de flores junto a una ventana), etc.

[editar] Grabados y documentos

El palacio alberga así mismo una treintena de valiosos grabados de Mantegna (Cristo bajando al Limbo), Durero (Caballero, la Muerte y el Diablo), Lucas van Leyden, Van Dyck y Rembrandt (La muerte de la Virgen). Se exhiben en una pequeña salita y son apenas el resto superviviente del riquísimo conjunto de estampas, próximo a 6.000, que mayormente se perdió en el incendio de 1936.

De importancia aún mayor es la documentación histórica, imprescindible especialmente para los estudiosos del Imperio español. En su fondo bibliográfico de 30.000 libros (repartidos en varias salas) destacan 21 documentos manuscritos de Cristóbal Colón, entre ellos seis cartas y un excepcional dibujo suyo de la costa de la isla de La Española. Se exhiben en vitrinas que usualmente están cubiertas con paños para evitar el deterioro por la luz. También se guarda aquí el rol de marineros que acompañaron a Colón, donde se cita a los hermanos Pinzón. Otros documentos de máxima importancia son el último testamento de Fernando el Católico, las capitulaciones matrimoniales de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, una carta remitida por Tiziano al Gran Duque de Alba, el testamento autógrafo de Felipe II, un manuscrito del filósofo Rousseau, un ejemplar de la primera edición de El Quijote, múltiples bulas y documentos expedidos por el Vaticano, y la Biblia de Alba, rarísima traducción del siglo XV que se salvó de la Inquisición.

[editar] Esculturas

Varias esculturas y bustos decoran las salas: desde piezas helenísticas y romanas hasta La duquesa de Ariza, retrato sedente debido a José Álvarez Cubero, autor también de un busto de El duque Carlos Miguel y de otro de Paulina Borghese, copiado de la célebre estatua de Canova. Notables son también la estatua Meleagro de Antonio Solá, varios ejemplos de Lorenzo Bartolini como un retrato del músico Rossini, y sendos bustos del anterior duque y de Cayetana niña esculpidos por Mariano Benlliure. Igualmente destacables son un busto del Conde de Aranda modelado en porcelana de Alcora y un modelo en barro de Aniceto Marinas para su famoso Monumento a Velázquez enclavado a las puertas del Museo del Prado. También se guarda aquí una coraza del conde-duque de Olivares, acaso la que reprodujo Velázquez en el famoso retrato ecuestre del Prado.

[editar] Tapices y objetos decorativos

Una Sala, llamada de Los Amores de los dioses, exhibe tres tapices copiando diseños de Boucher. El comedor se ornamenta con cuatros grandes tapices de Gobelinos que muestran animales exóticos, llamados Tapicería de las Nuevas Indias; fueron regalados por el rey francés Luis XV a un duque de Alba que ejercía de embajador español en París. El salón de baile está presidido por dos tapices que reproducen retratos de cuerpo entero de Napoleón III y Eugenia de Montijo. En total, la casa alberga más de cuarenta tapices y el más valioso ha de ser uno monumental del siglo XV: Lucha entre griegos y amazonas, y la muerte de la reina Pentesilea, de un ciclo textil sobre La guerra de Troya. Este paño se citaba ya en 1485 en el castillo familiar de Alba de Tormes y es una de las poquísimas pertenencias de los primeros Alba que subsisten en la actual colección.

Imposible de detallar es la enorme y variada colección de artes decorativas. Gracias al vínculo de los Berwick con Eugenia de Montijo, Liria alberga un valioso muestrario del Segundo Imperio francés, escasamente representado en museos españoles: exquisitas porcelanas de Sèvres, muebles... El Salón Goya cuenta con una mesa de escritorio, de estilo imperio, con ricas aplicaciones de bronce; fue igualmente aportado por la ex emperatriz de Francia.

[editar] Cementerio de mascotas

Los jardines, que en origen debieron ser geométricos al gusto francés, fueron remodelados al estilo inglés, más romántico, y nuevamente en la zona trasera al modo versallesco; esta parcela está presidida por un estanque con un grupo escultórico del siglo XVIII. Hay estatuas de animales fantásticos dispersas por varias zonas, y en un rincón se halla un singular cementerio de mascotas, donde los duques han enterrado a sus perros predilectos con curiosas lápidas.

[editar] Galería de obras destacadas

[editar] Otra información

Como sede y parte de la Fundación Casa de Alba, se permite la visita a este recinto, ubicado en la calle Princesa 20, Madrid, previa concertación. Las visitas son guiadas y la lista de espera es bastante amplia. El palacio no está abierto al público de junio a octubre. Las visitas se realizan los viernes de 11.00 a 13.00.

En 2012, a fin de rentabilizar el potencial del palacio, la Fundación activó un servicio de alquiler de espacios y catering que permite emplear algunos salones del edificio para actos empresariales y sociales. Según una costumbre ya habitual en las grandes mansiones británicas, Liria abre sus puertas para visitas guiadas o banquetes, siempre bajo estrictas condiciones. Así, uno de los actos más reseñables celebrados hasta ahora fue un almuerzo de las cúpulas directivas de los equipos de fútbol F. C. Barcelona y Athletic de Bilbao, que se reunieron en el comedor del palacio pocas horas antes de la final de la Copa del Rey de 2012.

[editar] Véase también

[editar] Referencias

[editar] Bibliografía

[editar] Enlaces externos

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